miércoles, 27 de julio de 2011

DESENMASCARANDO AL FALSO PASTOR DAWLIN UREÑA


DESENMASCARANDO AL FALSO PASTOR DAWLIN UREÑA from las21tesis on Vimeo.

Seguir a Cristo te costará TODO

Jesucristo nos rescató de la maldición de la Ley


El hombre quedó, tras su desobediencia a Dios, a merced del pecado. Las consecuencias de su desobediencia fueron terribles. El hombre perdió el rumbo. Quedó muy herido en toda su persona: su inteligencia, su voluntad, sus emociones y sentimientos, todo su ser fue seriamente dañado. Su sentido de la verdad, de lo justo, perfecto y santo quedó muy afectado. Ante semejante panorama, y caminando el hombre a la deriva, Dios da la ley a su pueblo, con el fin de mostrarle por dónde tiene que andar y conducirle por caminos de vida. Pablo explica en la carta a los Gálatas la finalidad de la ley: 

“¿para qué la ley? Fue añadida en razón de las transgresiones hasta que llegase la descendencia, a quien iba destinada la promesa, ley que fue promulgada por los ángeles y con la intervención de un mediador” (Ga 3,19).

Dios dio a Moisés, y a través de él a su pueblo, la ley como un primer modo de aproximarse a Dios y moverse dentro de su voluntad. Pero el hombre se revela incapaz por sí mismo de cumplir toda la ley, e incurre en maldición, al violar la ley de Dios, pues dijo IEVE:

“Pero si desoyes la voz de IEVE tu Dios, y no cuidas de practicar todos sus mandamientos y sus preceptos, que yo te prescribo hoy, te sobrevendrán y te alcanzarán todas las maldiciones siguientes: Maldito serás en la ciudad y maldito en el campo. Malditas serán tu cesta y tu artesa. Maldito el fruto de tus entrañas y el fruto de tu suelo,… y maldito quien no mantenga las palabras de esta Ley, poniéndolas en práctica” (cf. Dt 28,15ss).

Y aludiendo a la anterior cita, Pablo escribe:

“Porque todos los que viven de las obras de la ley incurren en maldición. Pues dice la Escritura: Maldito todo el que no se mantenga en la práctica de todos los preceptos escritos en el libro de la Ley. Y que la ley no justifica a nadie es cosa evidente, pues el justo vivirá por la fe” (Ga 3,10-11).

Es decir, por un lado el hombre es incapaz de cumplir la totalidad de la ley. Y además, la ley, por sí misma, no salva, ni el cumplimiento de la ley justifica al hombre. Las limitaciones de la ley en orden a la salvación y justificación del hombre quedan patentes en los siguientes textos:

La ley cumplió su misión hasta Cristo: Antes de que llegara la fe, estábamos encerrados bajo la vigilancia de la ley, en espera de la fe que debía manifestarse. De manera que la ley ha sido nuestro pedagogo hasta Cristo, para ser justificados por la fe” (Ga 3,23-24).

Pero la Ley se revela como inútil e ineficaz para perfeccionar al hombre: 
“De este modo queda abrogada la ordenación precedente, por razón de su ineficacia e inutilidad, ya que la ley no llevó a la perfección, pues no era más que introducción a una esperanza mejor, (Cristo) por la cual nos acercamos a Dios” (Hb 7,18-19).

La ley no da sino el conocimiento del pecado, el conocimiento de lo que está bien y lo que está mal, pero no tiene capacidad para justificar al hombre: “Ahora bien, sabemos que cuanto dice la ley lo dice para los que están bajo la ley, para que toda boca enmudezca y el mundo entero se reconozca reo ante Dios, ya que nadie será justificado ante él por las obras de la ley, pues la ley no da sino el conocimiento del pecado” (Rm 3,20).

El único que era capaz de cumplir toda la ley es Dios mismo y así, envió a su Hijo para rescatar al ser humano que se hallaba bajo la maldición de la ley. Y así, “al llegar la Plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley (Ga 4,4-5).

Cumpliendo toda la ley, Cristo nos liberó del poder de la ley. Su sacrificio en el madero, donde todo lo que sucedió fue asombroso, nos abrió las puertas para que por la fe en él pudiésemos recibir la vida: “Si se nos hubiera otorgado una ley capaz de vivificar, en ese caso la justicia vendría realmente de la ley. Pero de hecho, la Escritura encerró todo bajo el pecado, a fin de que la Promesa fuera otorgada a los creyentes mediante la fe en Cristo Jesús (Gal 3,21-22).

La ley no puede perfeccionarnos, ni santificarnos, sólo es sombra de la obra de la gracia, que se concentra en el sacrificio de Cristo: “No conteniendo, en efecto, la Ley más que una sombra de los bienes futuros, no la realidad de las cosas, no puede nunca, mediante unos mismos sacrificios que se ofrecen sin cesar año tras año, dar la perfección a los que se acercan” (Hb 10,1).

Al llegar la Plenitud de los tiempos, la ley pierde su protagonismo, y el Señor, por su muerte y resurrección, nos justifica ante el Padre: "Porque el fin de la ley es Cristo, para justificación de todo creyente” (Rm 10,4). “Porque él es nuestra paz, el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad, anulando en su carne la Ley de los mandamientos con sus preceptos” (Ef 2,14-15). Efectivamente, como dice Pablo: Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose él mismo maldición por nosotros (Ga 3,13).

Todo fue consumado en el madero. El hombre quedó liberado de la maldición de la ley, y Cristo ofrecido como víctima propiciatoria en nuestro favor, de modo que el cristiano ya no está bajo la ley, sino bajo la gracia.

Amén. Gracias Jesús por liberarnos de semejante maldición.

sábado, 16 de julio de 2011

EL TESTIMONIO DE JESUCRISTO (Toda la verdad que el SIA nos oculta)

 




Por Tito Martínez
Posted on 25 junio, 2011 by cristianosbiblicos|
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¿Qué es el testimonio de Jesucristo?

En el Apocalipsis se mencionan los santos de la Iglesia que fueron degollados por causa de la palabra de Dios y por el testimonio de Jesucristo:
Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los degollados a causa de la Palabra de Dios y del testimonio que mantuvieron (Ap.6:9).

El testimonio que mantuvieron se refiere al testimonio DE JESUCRISTO:

Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. (Ap.20:4).

 El apóstol Juan también estaba pasando por la tribulación, por causa de la palabra de Dios y por el testimonio de Jesucristo:

Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo. (Ap.1:9).

Cuando Satanás y sus ángeles desciendan a la tierra en el futuro, entonces, lleno de furia, el diablo hará la guerra contra estos santos (cristianos) que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo:
 
Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo. (Ap.12:17).

El ángel que le mostró a Juan las visiones del Apocalipsis le dijo lo siguiente:
 
Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía (Ap.19:10).

 Observe bien lo que dijo el ángel, que el testimonio de Jesús es EL ESPÍRITU DE LA PROFECÍA
¿Qué profecía?, pues la profecía del Apocalipsis:
 
Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca. (Ap.1:3).
¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro. (Ap.22:7).

Y me dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca. (Ap.22:10),

Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro. (Ap.22:18-19).Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana. (Ap.22:16),

El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús. (Ap.22:20).

 Observe bien, que esto le quede muy claro, el ángel dijo que el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía, y esa profecía se refiere al libro del Apocalipsis, por lo tanto, el libro del Apocalipsis forma parte del testimonio de Jesús, ¡¡predicar correctamente las profecías del Apocalipsis es dar testimonio de Jesús!!, los primeros cristianos fueron muertos por causa de la Palabra de Dios y por el testimonio de Jesucristo, es decir, por predicar el Apocalipsis, ¡lo mismo sucederá en el futuro durante el gobierno mundial de la bestia, que durara 42 meses, tres años y medio! (Ap.13:5), entonces los santos, es decir, los verdaderos cristianos, también serán degollados por causa de la palabra de Dios y por el testimonio de Jesucristo (Ap.13:7, 10), es decir, por predicar las palabras proféticas del libro del Apocalipsis, el cual es el testimonio de Jesucristo. Observe como en Apocalipsis 22:16, 20 Jesús dice bien claro que él dio testimonio de esas cosas a las iglesias, ¿qué cosas?, pues obviamente las visiones del Apocalipsis.

De modo que está bien claro: el testimonio de Jesucristo es el Apocalipsis. Aquellos que no creen en el Apocalipsis, o pervierten y deforman el Apocalipsis, sencillamente no tienen el testimonio de Jesucristo, por muy "cristianos" que afirmen ser.

Estos santos mártires que tienen el testimonio de Jesucristo son los que resucitarán cuando Cristo venga en gloria y comenzarán a reinar con él sobre la tierra durante 1000 años literales (Ap. 20:4-6, 5:10, 2:26-27).
Los cristianos verdaderos (los santos) que forman parte de la Iglesia de Cristo serán encarcelados y otros serán degollados durante el futuro gobierno mundial de la bestia por causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo:

Y se le permitió a la bestia hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación. Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo. Si alguno tiene oído, oiga.
Si alguno ha de ir en cautividad, a cautividad irá; si alguno ha de morir a espada, a espada debe ser muerto. Aquí está la paciencia y la fe de los santos (Ap.13:7-10).


Esa futura gran persecución mundial contra la Iglesia de Cristo, y que durará solo 42 meses, pondrá a prueba la paciencia y la fe de los santos. Y son estos mismos santos muertos por causa de la Palabra de Dios y por el testimonio de Jesucristo los que resucitarán en gloria cuando Jesús venga a reinar, y gobernarán con él durante mil años sobre las naciones de la tierra, y después de los mil años seguirán reinando sobre todo el Universo por los siglos de los siglos (Ap.20:4-6, 5:10, 22:5).

Ahora bien, ¿cuál es el mensaje fundamental de Jesús en el Apocalipsis?, ¿en qué consiste el testimonio de Jesucristo mencionado en el Apocalipsis?. Pues sencillo: que solo el Dios Padre es el Dios sentado en el trono, el Creador de los cielos y de la tierra, y el único que ha de ser adorado:

para nosotros, sin embargo, hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él. (1Co.8:6).

Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas. (Ap.4:9-11). 

 Los apóstatas del SIA enseñan que ese pasaje se refiere a Jesús, y otros dicen que se refiere a un dios trino, pero es mentira, ellos mienten, ¡el texto se refiere a UN SOLO DIOS: EL PADRE, el cual está sentado en el trono. Solo el Padre es adorado, tal como enseñó Jesús (Jn.4:23-24). Ellos no adoran ni a Jesús, ni a un falso dios trino, sino solo al Padre, ya que fue el Dios Padre quien decidió crear todas las cosas, y por su voluntad existen, ¡todas las cosas proceden del Padre, no de Jesús!: 

Observe como el apóstol Pablo dijo bien claro que ese Dios único es el Padre, de él proceden todas las cosas, ¡él es el Creador supremo!, no Jesús, ya que Jesús es solo el MEDIADOR, por medio del cual el Padre creó todas las cosas (Heb.1:1-2). 

Aquellos iglesieros del sistema apostata que enseñan que Jesús es el Creador del Universo están mintiendo descaradamente, y rechazando el testimonio de Jesucristo, el Apocalipsis. El Creador es solo el Padre, pues fue él quien diseñó el Universo y decidió crearlo, Jesús simplemente fue el medio utilizado por el Padre para crear todas las cosas.
Y si algún apostata iglesiero aún sigue insistiendo que ese Dios que aparece sentado en el trono en el Apocalipsis es Jesús, entonces que observe lo siguiente: en el capítulo cinco del Apocalipsis leemos esto:
 
Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra.
Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono. (Ap.5:6-7).


Observe como el pasaje dice bien claro que Jesús no es el Dios sentado en el trono, ya que Jesús aparece EN PIE en medio del trono, ¡no sentado, sino en pie!, y seguidamente Jesús se acerca al Dios Padre que está sentado en el trono, y toma de su mano derecha el libro sellado con los siete sellos, lo cual demuestra sin ninguna duda que Jesús, el Cordero, no es el Dios sentado en el trono.

Por lo tanto, el testimonio de Jesucristo consiste en enseñar también esta gran verdad, y aquellos iglesieros apostatas del SIA que predican algo diferente a esto, pues entonces no tienen el testimonio de Jesucristo, sencillamente son apostatas de la fe, los cuales enseñan doctrinas de demonios (1Tm.4:1). Esos apostatas hablan mucho de Jesús, tienen la Biblia y la leen, pueden predicar con elocuencia, o dicen que son profetas de Dios, o ungidos de Dios, pero es mentira, ellos son solo falsos profetas, engañadores y apostatas que rechazan el verdadero testimonio de Jesucristo, o han pervertido el testimonio de Jesucristo.
Ahora bien, ese testimonio que Jesús dio en el Apocalipsis consiste también en enseñar que existirá un futuro gobierno mundial de Satanás, la bestia y el falso profeta, que durará 42 meses literales, y entonces esa bestia hará la guerra a los santos y los vencerá, los matará;

y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella? También se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses. Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo.Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación. (Ap.13:4-7).

Esa profecía jamás se ha cumplido en el pasado. El texto está hablando claramente de un futuro gobierno mundial, pues dijo que esa bestia tendrá la autoridad sobre TODA TRIBU, PUEBLO, LENGUA Y NACIÓN, y además dice que esa autoridad mundial le será dada solo durante 42 meses, es decir, tres años y medio literales. Recordemos que TODAS las cifras en el Apocalipsis son siempre literales, por ejemplo, los siete sellos son 7, no 19. Las siete trompetas también son 7. Las siete copas son 7. Los tres ángeles son 3, no 14. Los dos testigos serán 2. Los siete cuernos son 7. Los siete ojos son 7. Los diez días son 10 días literales. Los 1260 días son 1260 días, no 158 días. Los 42 meses son 42 meses. Los 1000 años son 1000 años literales, y así podría dar muchos más ejemplos que demuestran que las cifras son siempre literales en el Apocalipsis, contrariamente a las figuras, las cuales son simbólicas, por ejemplo, Jesús simbólicamente aparece como un cordero degollado con siete ojos y siete cuernos, pero Jesús no tiene literalmente siete ojos ni siete cuernos, se trata de una figura simbólica. Y así podría dar muchos más ejemplos de figuras simbólicas del Apocalipsis, pero, repito, ¡los números son siempre literales!. El no tener presente esta sencilla regla ha llevado a las más falsas y ridículas interpretaciones del Apocalipsis realizadas por los apostatas de la fe del SIA.
Ese testimonio de Jesús en el Apocalipsis consiste también en enseñar que al final de esos 42 meses de gobierno mundial de la bestia, Cristo vendrá con gran poder y gloria del cielo, con todos sus ángeles, y los santos mártires resucitarán en gloria, la bestia y el falso profeta serán destruidos en el fuego, y Cristo con su Iglesia, los santos resucitados, reinarán sobre la tierra durante mil años (Ap.19:19-20:6).
Ahora bien, en el sistema iglesiero apostata, el SIA, se enseña que el testimonio de Jesucristo consiste en dar testimonio de Jesucristo, es decir, en hablar simplemente de Jesús, para ellos, hablar de Jesús es el testimonio de Jesucristo, ¡eso es falso!, hablar de Jesús no es tener el testimonio de Jesús, porque hay millones de apostatas que hablan de Jesús, pero no tienen el testimonio de Jesús.

Observe que el Apocalipsis no habla de dar testimonio de Jesucristo, sino DEL testimonio de Jesucristo, es decir, esos santos de Dios fueron degollados por causa DEL TESTIMONIO 
QUE JESUCRISTO NOS DIO. ¡No el que damos nosotros, sino del que Jesús nos dio!. ¿Y cual fue el testimonio que Cristo nos dio?, pues como ya he demostrado, ese testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía, es decir, el Apocalipsis, pero además el testimonio de Jesús es también  lo siguiente:

Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado. También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto (Jn.5:36-37).

Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz. (Jn.18:37),

Observemos bien, esas palabras:

1- El Dios Padre envió a su Hijo Jesús, indicando así que se trata de dos personas divinas, dos dioses, uno es el que envía, y el otro el enviado, ¡dos!, no uno, sino dos, pero siendo el Padre el único Dios verdadero, y Jesús el Dios unigénito, el Hijo de Dios (Jn.17:3, 1:18). ¡Este fue el testimonio que Jesús nos dio cuando él vivió en la tierra!, y quien no predica este testimonio de Jesucristo, sencillamente NO ES CRISTIANO, no forma parte de la Iglesia de Cristo, por mucho que hable de Jesús o tenga una Biblia debajo del brazo.

2- Jesucristo dio testimonio de la verdad, él vino al mundo para darnos este testimonio de que el Padre es el Dios supremo, el único Dios verdadero y el único que ha de ser adorado en espíritu y en verdad (Jn.4:23-24). Los iglesieros apostatas del SIA que testifican que dios es trino sencillamente no tienen el testimonio de Jesucristo, y los que enseñan que Jesús es el Dios Padre (los unicitarios pentecostaloides), tampoco tienen el testimonio de Jesucristo. El testimonio de esos apostatas iglesieros, santurrones e hipócritas no tiene que ver nada con el verdadero testimonio de Jesucristo.
 Esto que he expuesto, señores y señoras, es sencillamente el verdadero testimonio de Jesucristo, y todos aquellos iglesieros que dicen ser "cristianos", pero no predican este testimonio de Jesucristo, entonces no son verdaderos cristianos, sino miembros de Babilonia la grande, de la cual han de salir todos aquellos santos que forman parte de la Iglesia de Dios (Ap.18:4).

Tito Martínez
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